Elevación en el autobús II
Dos regalos: una libreta anillada para notas, con pasta de fondo azul, hojas verdes. bosque azul. Un tablero de ajedrez, con piezas talladas. Cajas dentro del tablero, para guardarlas.
Con esos tesoros, y la música pasando por los audífonos, de pronto ya no estaba apretada sino sentada, al lado de la ventana en un asiento unipersonal.
Subió una pareja de enamorados. Una pareja que llevaba en la piel, los poros abiertos, un leve rosado en sus mejillas. Él vestía más informalmente que ella, que usaba unos pantalones de gabardina marrón. Me dije que venían de unir sus cuerpos, se olía algo en el ambiente que no era el perfume químico fino, ni el aroma de las cremas humectantes.
Estaban tan felices concentrados en sí mismos que me dio una de esas alegrías secretas, que nos ponen exultantes sin que lo expresemos en el mismo instante. Hubiera querido componer una canción, saber cómo se hace una canción, un homenaje, una sublime demostración de gratitud.
No sé si me comprendes, o si debieras comprenderme, tú que escribes sobre viajes en trenes desolados. Al leer estas líneas, me condenarías. Siempre me condenas, No te gusto, crees que valgo lo que vale una muchacha ilusionada por la aparición de una salamandra en la sala de libros, una intrusa que habla sobre construcciones imaginarias, peces muertos, niños autistas, mujeres díscolas, talibanes heridos, cyborgs melancólicos. No te gusto. Y ya no me importa. Algo de eso supe esa noche en el autobús mientras veía a ese par, oliendo a sutil erótika.
Me reí de mis exabruptos al pie de las rosas florecidas en el pasillo de la casa. Lo que planté cuando sonaban los ruidos de la madrugada del Año nuevo.
En la mañana, he visto a los vagabundos llorando por un pedazo de carne. Todo pasó, aparentemente. Probablemente no vuelva a ver a los enamorados del autobús. A ti, no te veré más, lo sé. Tan sólo quedan en el aire lo que dices, como restos de comida malograda, mientras atravieso la ciudad de subterráneo a subterráneo.
Con esos tesoros, y la música pasando por los audífonos, de pronto ya no estaba apretada sino sentada, al lado de la ventana en un asiento unipersonal.
Subió una pareja de enamorados. Una pareja que llevaba en la piel, los poros abiertos, un leve rosado en sus mejillas. Él vestía más informalmente que ella, que usaba unos pantalones de gabardina marrón. Me dije que venían de unir sus cuerpos, se olía algo en el ambiente que no era el perfume químico fino, ni el aroma de las cremas humectantes.
Estaban tan felices concentrados en sí mismos que me dio una de esas alegrías secretas, que nos ponen exultantes sin que lo expresemos en el mismo instante. Hubiera querido componer una canción, saber cómo se hace una canción, un homenaje, una sublime demostración de gratitud.
No sé si me comprendes, o si debieras comprenderme, tú que escribes sobre viajes en trenes desolados. Al leer estas líneas, me condenarías. Siempre me condenas, No te gusto, crees que valgo lo que vale una muchacha ilusionada por la aparición de una salamandra en la sala de libros, una intrusa que habla sobre construcciones imaginarias, peces muertos, niños autistas, mujeres díscolas, talibanes heridos, cyborgs melancólicos. No te gusto. Y ya no me importa. Algo de eso supe esa noche en el autobús mientras veía a ese par, oliendo a sutil erótika.
Me reí de mis exabruptos al pie de las rosas florecidas en el pasillo de la casa. Lo que planté cuando sonaban los ruidos de la madrugada del Año nuevo.
En la mañana, he visto a los vagabundos llorando por un pedazo de carne. Todo pasó, aparentemente. Probablemente no vuelva a ver a los enamorados del autobús. A ti, no te veré más, lo sé. Tan sólo quedan en el aire lo que dices, como restos de comida malograda, mientras atravieso la ciudad de subterráneo a subterráneo.
7 comments:
Me gusta comprar, tenerlo todo, me desespero si no puedo, todo lo bello todo lo bueno. Oh, qué lindo es bloguear, aquí no se puede comprar, qué lindo es comprar, si pudiese me llevaría tu blog, disculpa, me gusta tanto, no sé si debieraa preguntar ... ¿cuánto ...
No sé por qué me da por hacer el payaso; después me doy cuenta que lo único que pretendo es ocultar lo que quiero decir. Aquí y ahora: me ha encantado leerte
La verdad es que es un bello blog. Me gustó mucho leerte y también me encantan los blogs. Cada día es como conocer a un amigo.
Saludos
Julián
Uff, muy duro lo de restos de comida malograda...
Saludada quedas también, trapecio.
PD: He tardado en leer el post seis o siete minutos y seguro que sabes por qué.
Decía que tenía sueño, sólo que una ducha lo puso en otra parte.
Zalakain, sí, lo de ocultar lo que uno quiere decir es algo así, como el lapsus, el acto fallido, el tímido atisbo...
:) gracias, salute
*
Oh, es como cuando te enamoras, con el tiempo te queda lo real...
salute, Julian.
*
Será porque quise que fuera "muy duro"
grax por decirlo, así lo releeré luego
elucubras Silvio, sin ocultarlo.
Hata la vista.
En los autobuses que viaja la trapecista puede pasar cualquier cosa, ella se nos aparece como un duende capaz de ver lo invisible y seguro que a veces hasta de recrearlo. Me encanta lo de "oliendo a sútil erotika", es cierto, se huele asi.
Aaah LadyDark, ¿sabes?
todos, menos duendes por favor: me espantan.
(risas)
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en los aurobuses puede pasar cualquier cosa, son la vida, también....
Abraxo.
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